Carón - Ciclo 9496 (Parte III)
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Mientras desayuna, solo puede darle vueltas a la jornada que le espera hoy. Después de tres ciclos de descanso, quizás tenga algunas sorpresas desagradables como un montón de filtros obstruidos, plantas con claros signos de estrés o un ciclo de reciclado poco productivo. Algunos compañeros no son tan eficaces como otros cubriendo ciertas tareas. Apenas ha podido ver a Bill ni a Yara más allá de un fugaz saludo por los pasillos.
Su madre le cubrió buena parte de sus días de descanso con todo un surtido de entretenidísimas pruebas sobre conocimientos avanzados de botánica. Por supuesto, sin prevenirle antes; así el suspenso es más divertido de justificar. Cuando un técnico auxiliar botánico cubre cierta cuota, y en su caso la ha rebasado varias veces, tiene permiso para intentar promocionar y se le proporciona un tiempo prudencial para preparar y asimilar conocimientos de un nivel mayor y así poder afrontar la prueba que mostrará su capacidad para subir en la estrecha jerarquía del sector.
Alba estaba advertida de su intento de subir en los escalafones internos y, claro, tenía que dinamitar ese intento de mejorar en lo más mínimo. Luego vendrá una ridiculización de puertas adentro y un discurso aleccionador de puertas afuera para decir que "el sistema es justo y a nadie se le regala nada". Aunque en este caso más que regalar algo se le ha sustraído sin dar oportunidad a defenderlo. La prueba era un galimatías sin sentido que ni Bill podría haber resuelto. Ni Dalia daría respuestas claras perdiéndose en la profundidad del lenguaje usado en ese infernal examen. Pareciera que en vez de ser Jardinero de Primera iba a ser ingeniero jefe del reciclador.
Tras terminar de comer las insípidas pero coloridas frutas con su porción proteica y su dosis controlada de microbiota, se levanta para enfundarse en su traje verde salvia que muestra un círculo lleno de color granate a la altura del corazón que deja claro su bajo estrato en el grupo. Se echa un vistazo en el espejo y se da cuenta que la media barba que tiene debería ser controlada antes de llamar demasiado la atención.
El sonido del habitáculo ahora es menos evocador, apenas oye el viento chocar con un suelo que debió estar desnudo sin apenas más relieve que el de la roca viva. El ambiente ahora es seco, la luz blanca grisácea y la temperatura ha bajado los grados suficientes para que ya no sea agradable seguir allí.
"Captado."
Debería empezar a moverse y llegar cuanto antes a su puesto. Eso augura mucho, mucho trabajo de sus compañeros para que lo resuelva él.
Siente una tensión pronunciada en la mandíbula y las cervicales, como si su espalda y cabeza fueran una roca con la increíble capacidad de endurecerse sin control. Otra noche de sueños raros en los que asiste como espectador y parece encerrado en el cuerpo de otro. Se parece bastante a su rutina, ver la vida a través de un cristal y tras él vivir lo que realmente importa en aquello que puede imaginar. Aunque en este sueño, que se repite algunas noches, solo logra ver el umbral de una habitación en penumbra de la que emana un calor muy intenso. En silencio sepulcral. El tiempo en el que asiste oníricamente en este lugar se hace interminable y sin poder moverse del sitio en el que empieza a soñar, como si su cuerpo no respondiera a la órdenes de su cabeza. Siente unas ganas inexplicables por entrar pero a la vez la visión que logra obtener desde la puerta, con la elegante y recargada decoración, y la parte de la alfombra que luce en el suelo de la entrada, con su delicado patrón de vívidos colores, le produce una presión en cada célula de su cuerpo que le causa un gran dolor, cuanto más piensa en entrar más fuerte es el calor que emana desde dentro y más intenso el escalofrío como un latigazo que recorre su espalda. Por suerte no ocurre cada noche.
Después de tres días interminablemente anodinos, quizás hoy pueda encontrarse en la granja con Yara o Bill y así volver a hablar de algo interesante. Seguramente siguen obsesionados con el libro que encontraron de poesía. Ese de las hojas de hierba. Sigo pensando que si algún "bramador" se enterase, les castigarían trasladándolos a otro sector, seguramente a mecánicos de casco. Se comportan como críos con cualquier cosa que recuerde mínimamente a algo vivo no humano. Apretar tornillos y soldar posibles fugas les chuparía la poca alma que nos permiten tener aquí dentro.
Coge la tarjeta de seguridad y al llegar a su puerta, la luz del interior del habitáculo se atenúa, dándole el último empujón para que empiece su marcha a su puesto. Mira su muñeca y un pilotito de color rojo parpadea lentamente. Dalia debe tener algunas noticias de lo que le espera hoy. Cierra la puerta y se acerca la pulsera a la boca:
—Buenos días, Dalia.