Carón - Ciclo 9496 (Parte IX)
Alba mira hacia la inmensidad de la sala y toma aire antes de empezar, con la calma del lobo que ya ha elegido a su presa y se dispone a atacar.
—¡En estos momentos la Carón ha alcanzado los treinta y ocho mil ciclos!
El silencio es total. Nadie mueve un músculo. Todos temen de alguna forma a Alba. Ya sea por respeto o por desprecio. Todos los oídos y ojos de la Carón le enfocan y son testigos de su poderío, siendo jueza y verdugo de todos.
—Hemos interceptado un mensaje encriptado de una sonda marciana. Por desgracia, confirma lo que temíamos. La guerra sigue en nuestro hogar.
Alba hace una pausa para que se digiera la información.
—Esto no cambia nuestro día a día. Esto no aleja ni acerca el objetivo final de esta nave. No dejemos que el miedo o el abatimiento nuble nuestro juicio. La misión de la que somos responsables es la más alta posible. ¡En nuestras manos pesa el destino de la civilización! Este arca mantiene a salvo siglos de conocimiento, arte, música, culturas y herencias. Pero también todos los seres vivos que han cohabitado con nosotros desde los primeros días. Todas las maravillas posibles están con nosotros. Somos sus guardianes. Somos una biblioteca de Alejandría en una frágil botella de cristal a la deriva, en silencio, en la oscuridad.
Alba mira al suelo y baja un poco la voz, gesticula de forma dramática para mantener la atención.
—Y sé que es duro. Es duro despertarse cada ciclo en este cascarón metálico. Pero solo nuestro sacrificio mantiene viva la llama de la esperanza. ¡NADIE!—grita— ¡Nadie ha llegado tan lejos! El millar y medio de seres humanos que han vivido su existencia entre estos fríos muros no lo han hecho en vano.
Sus ojos encuentran a Eliot y se fijan en él, atravesándolo con la mirada como si solo fuese agua.
—Nuestro sacrificio continúa. Y por ello me dispongo a enumerar los recambios de las posiciones de responsabilidad que han quedado vacías y agradecemos a los que nos dejan su esfuerzo. No seréis olvidados. Vuestro nombre y código genético quedarán grabados por siempre en la Carón. No os olvidamos.
Deja pasar unos segundos, controla el ritmo y las pausas, y cambiando el tono de voz, remarcando cada sílaba y cargándolas de crueldad vuelve a hablar.
—Distinto es el destino de aquellos que quieran destruirnos. El destino que les espera a aquellos que confabulen con el enemigo y quieran entorpecer nuestra noble misión no conocerán el perdón. Solo les espera el dolor y el olvido. Sabemos que entre nosotros hay traidores. Insto a todos nuestros compañeros y compañeras a mantenerse vigilantes, a informar de aquellos que nos quieren mal, en definitiva a mantener viva la misión de la Carón. No dejaremos que apaguen la luz del conocimiento.
Con un gesto firme golpea la barandilla y alza el brazo para gritar.
—¡Somos el pasado, presente y futuro de la humanidad!
El eco de la voz de Alba resuena por el techo de la sala magna y su brazo permanece en alto como una daga que apuñala el aire. Su mirada sigue fija en Eliot. Mientras toda la sala al unísono entona de forma autómata, como una voz hueca, desprovista de personalidad. Todos menos Eliot, que solo puede responder a la mirada con una mezcla de temor, asco y cansancio.
—¡Carón!
El hombre que está a la derecha de Alba avanza con un pergamino plegado en sus manos. Con un aire exageradamente ritual y toda la pomposidad posible lo abre. Se aclara la garganta y anuncia.
—Estos son los siguientes recambios en el engranaje de la Carón. Tienen el honor y el debe de servirnos. Como bibliotecario número 57 anuncio que los siguientes tienen que proceder con su labor. Todos los que sean ahora nombrados recibirán instrucciones a través de su dispositivo. Seguid las órdenes sin vacilar.
Mira alrededor y empieza a enumerar el listado de nuevos ascensos.
—¡Nour!, ¡Max!, ¡Kai!, ¡Ravi!, ¡Ezequiel!, ¡Zoe!, ¡Yara!
En ese momento Lena ahoga un gritito de emoción. Yara le da un golpecito por debajo para que disimule un poco. Eliot no puede evitar mirar a Yara y escapársele una sonrisa.
—¡Nyla!, ¡Diego!, ¡Alex!, ¡Eris!, ¡Takeshi!, ¡Ming! y ¡Eliot! Nada más.
A Yara no se puede contener darle un golpe en el hombro y se le queda mirando con los ojos muy abiertos. Eliot está en shock. Estaba seguro de haber suspendido. De pronto comienza a oír los aplausos obligatorios al finalizar este tipo de anuncios. Lena está dando saltitos muy rápido. Y Yara está luchando contra sus propias ganas de empezar a repartir abrazos.
Alba vuelve a tomar la palabra.
—Damos la enhorabuena a aquellos que han logrado ascender. Pero recordad: ¡Todos somos iguales en la Carón! Vuestra responsabilidad es sencillamente mayor. Además, queremos también felicitar al módulo agrícola. Bill y los compañeros botánicos han conseguido batir un récord en la producción.
Eliot mira a Bill y este, sonriendo, le hace un gesto para que se acerque cuando termine la ceremonia.
—Tenemos por primera vez un excedente y como experimento hemos decidido utilizar una parte para fermentar nuestro propio vino y sidra. Estará disponible en la cantina como premio para aquellos que quieran probarlo y sentir que estamos algo más cerca de casa. Solo aquellos capaces de superar la cuota podrán acceder a esta recompensa...
Alba controla los silencios y el ritmo, sigue evaluando a la masa con satisfacción, por un momento duda pero su gesto se endurece poco a poco mientras la tensión aumenta, todos quieren irse ya a su puesto o a su cubículo y dejar de tener los ojos de hielo encima.
—Sabemos que estamos rodeados de traidores. Personas que quieren destruir la Carón.
Esta afirmación coge a todos por sorpresa, por el tono de la frase anterior parecía que había terminado de hablar. No pueden evitar empezar a mirarse unos a otros con inquietud.
—¡Traidores!— exclama, abriendo los ojos lo máximo que dan de si sus párpados con el gesto más agresivo posible y el dedo alzado. —Que quieren sembrar el caos y el terror entre nosotros. No lo permitiremos. Debemos estar juntos contra ellos.
Alba mira a su alrededor y abre ambos brazos invitándoles a unirse a ella.
—Por eso os pido: si veis algo o sabeis algo, hablad con nosotros. Contadlo. Hemos aumentado el número de guardias y los controles entre zonas, siempre tendréis a un protector cerca. ¡No dejéis de vigilar! Salvemos la santidad de esta nave.
Varios de los guardias que rodean a Alba dan un paso al frente.
—Pensadlo por un momento: nuestra misión es prácticamente sagrada, si existe un dios ahí afuera es seguro que la Carón es su antorcha en la oscuridad.
Alba da un golpe a la barandilla sobre la que se apoya.
—¡No habrá piedad contra el enemigo!
Esta frase queda en el aire, vibrando, y Eliot siente un escalofrío. No puede evitar pensar en algo que oye repetidas veces en la cantina:
—"Alba lo ha relajado todo. Antes esto era como vivir en una celda, ahora es distinto, es como la madre de todos"
Yara se acerca a su oído.
—¿Qué coño está pasando? ¿Entonces, esas nuevas vacantes...?
Las luces se apagan y suena la música de cierre de discursos, siempre estridente y con un tono que causa intranquilidad. Y la última imagen antes del fundido en negro es la de Alba levantando el brazo con todas sus fuerzas y el frío grito al unísono de la muchedumbre.
—¡Carón!